sábado, 6 de febrero de 2016

Siempre estarás en nuestros corazones:

Hola, soy Erika la hija de Jorge Alberto Krieger. Lamento desde lo más profundo de mi ser y mi alma haber tardado tiempo para dar a conocer tan triste noticia: mi querido papá falleció el 24 de Agosto de 2015, al mes de cumplir sus 63 años, debido al cáncer de colon contra el que estaba luchando.

Papá era una persona dedicada a su familia y sus pasiones: la ciencia, el deporte, la docencia, la computación, el río y la naturaleza, la lectura y escritura. Siempre fue un hombre ejemplar, y no es exagerar lo que estoy contando puesto que en los tiempos que corren, no todas las personas pueden darse el lujo de tener un padre cariñoso y dedicado como mi hermano y yo tuvimos; y no todas las mujeres pueden tener un esposo fiel y responsable como mamá lo tuvo: a papá.

En su vida se ha enfrentado a pérdidas y luchas injustas que ha luchado siempre, de manera estoica, puesto que la niñez y adolescencia difíciles que le ha tocado vivir a mi papá, han sido marcas y cicatrices que los ojos no ven. Sólo el corazón de quienes lo amábamos tanto sabemos el tipo de persona que fue y por eso más aún nuestro dolor no se va y es tan grande.

No todas las personas somos iguales aunque todos venimos y nos vamos de la misma manera de este mundo. Pero hay personas más justas que otras, hay personas más nobles que otras, algunas son más ambiciosas y otras disfrutan de la sencillez de la vida. Así era mi papá, disfrutaba de la sencillez, de las pequeñas satisfacciones cotidianas y del amor familiar. Todo esto luego de haber ya pasado por distintas etapas de encontrarse  a sí mismo y re-encontrarse en reflexión, luego de haber estudiado tanto las ciencias más duras, luego de haberse empapado de tanta cultura, desde las matemáticas hasta la filosofía.

Papá era, sin duda algunas, un hombre excepcional. Y es muy extrañado hoy y lo será siempre por todos aquellos que lo queríamos con el alma: familia y amigos también, porque esos amigos que al pasar las décadas seguían apreciando su compañía también lo recordarán. Una flor para recordarte papá, esta foto tomada por mí, representa tus enseñanzas que han florecido en nosotros tus hijos.


Yo me quedo corta al escribir sobre alguien que me ha querido e instruido tanto en la vida, que se caen mis lágrimas haciendo memoria.

Que descanses en paz, papá querido. Te amamos, tus hijos Guillermo y Marina, y tu amada esposa de toda la vida, Julia.

Krieger Erika Marina.



viernes, 29 de marzo de 2013



Dos excelentes vídeos de Técnica de Paladas





Primera Regata Iguazú-Posadas

A los 20 años (1972) participé –sin mucho entrenamiento- de la primera bajada en competencia desde Iguazú a Posadas, dividida en 5 etapas y organizada por el Club Misionero de Canotaje con sede en la orilla opuesta al club Rowing, club del cual se había separado un grupo de muchachos (Marcelo Benitez, Claudio Colombo, etc) por la desidia para con el canotaje demostrado por los directivos del Rowing. Sin embargo éste club, viendo la gran proyección que tomó la primera convocatoria a la bajada en competencia, Iguazú - Posadas, decidio al menos figurar.

Mi hermano (Luis María Krieger) y yo compartimos un Kayak doble de lata de 60 kg. en nombre del Rowing Club Posadas, cuyo objetivo, como dije, era figurar. Los palistas, estaban en la otra orilla del Zaimán y tuvieron una destacada actuación (me gustaría que alguien aporte más datos al respecto).

Pero ¿qué hacer frente a los K2 de cedro canadiense de 25 kg de peso con tripulación de campeones? El hecho es que el Rowing puso un K2. Recuerdo a dos ex subcampeones sudamericanos cercano a los 60 años, pasarnos como flecha por el medio del río Paraná en un K2. Vinieron en avión desde Bs. As. y de alguna otra provincia de los clubes Regata, La Marina, Nahuel, Acohaj, San Fernando, San Pedro, etc. Tomamos otro avión que nos dejó en Iguazú. Las etapas fueron: Puerto Iguazú Eldorado, Eldorado Montecarlo, Montecarlo Puerto Rico, Puerto Rico San Ignacio, San Ignacio Posadas parando en los mejores hoteles. A duras penas recuerdo el nombre de algunos de los participantes por Posadas: Claudio Colombo, uno de los Rovira. Unas personas de las delegaciones, viendo nuestro “kayak” nos ofrecieron uno de sus K2, pero no lográbamos equilibrarnos así que retomamos nuestro K2 de lata. La diferencia era enorme. Antes de llegar a la isla Caraguatay en Montecarlo, el río deja un cuello de botella para ensancharse y rodear a la isla. Al final de ese cuello de botella y antes de la isla, nos sorprendieron enormes “burbujas de agua”, como vertientes en chorro desde abajo hacia arriba que te levantan deslizándote como un tobogán hacia los lados. El hecho es que yo me encontraba con el torso girado hacia atrás tratando de desenganchar unos camalotes que trababan el timón y en un santiamén nos encontramos en el agua luego de resbalar por uno de esos toboganes. El famoso remolino Vairuzú que se había tragado hasta barcazas, dejaba sentir su esporádico ronquido al final de la isla. Para desviar su zona pasamos pegaditos a costa paraguaya.
El Club Misionero de Canotaje organizó hasta la cuarta bajada Iguazú-Posadas, contando con competidores venidos de España y en año de la gran creciente del Paraná -en el 83-, se fusiona con el Club Pyra Pytá.


Mi primer kayak 430

 En el año 2008, a partir del 4 de enero, y gracias a mi primo Orlando Krieger (Polaco) -el más grande palista de la familia y alrededores - que era instructor de canotaje del CAPRI (la fusión del Rowing con el club Independiente), me subí a un kayak, un 430 de fibra de vidrio de unos 17 kg de peso, sin compartimientos estancos. Prontamente me sentí cómodo en él y comencé a palear de manera ininterrumpida, dos y más veces por semana. Al tiempo podía ir y venir desde el puerto hasta la desembocadura del arroyo Zaimán en un solo paleo: 8 km total. Luego hasta Don Lorenzo; 16 km total, más tarde hasta la boca del Garupá: 30 Km total en 2hs y 55 m. Ya estaba casi lleno el embalse de Yacyretá y en trayectos sorteaba la copa de los árboles hundidos. A la vuelta tomaba una vena de agua y se acortaba en unos 20 minutos el camino de retorno. 

Acotación: Medidas de los kayak
Cabe aclarar que la denominación de kayak 430 se debe a que tienen 4 metros 30 cm de largo (eslora). Su ancho máximo (manga) es de 60 cm.
Un K1 tiene una eslora de 5 metros 20 cm y su manga es 40 cm. El fondo es completamente elíptico y su peso ronda los 12 +/- Kg.

Mi segundo kayak 430




No voy a descubrir la pólvora pero es mejor que vaya diciéndoles que dominar al factor psíquico, los miedos, etc. es tan importante como dominar lo físico. No me cabe la menor duda. Al respecto, una tarde al principios del 2008 cuando me sentía bien en un 430, salí a palear sin ningún elemento de protección pues iba “hasta el puente”. Resulta que fui hasta el Zaimán pues si bien el cielo estaba medio encapotado no creía que fuera a levantarse viento. Me equivoqué. Se levantó viento del este, con ráfagas que pronto formaron en el embalse ya existente, olas importantes para el río. A diferencia de las olas del mar, en el río las olas son de onda corta y te toman una tras otra, y ellas comenzaron a venir de estribor, pues mi dirección era de sur a norte. Todo bien pues el kayak era estable y ya hacía bien el apoyo lateral, así que solo me restaba acompasar al tren de olas. Pero… (por los peros que se nos pueden presentar, es que siempre debemos tener los elementos de seguridad) existía una zona a unos 200 mts. de la lengua hundida de la laguna en donde había una formación de piedra sumergida y paralela a la costa. Resultado, que aparecieron de la nada “olas triangulares” de mayor altura que aquellas a las cuales venía prestando atención y sin el mismo ritmo. Cuando planché hacia estribor, encontré el vacío bajo mi pala y sin tiempo a nada, ya había tumbado. El kayak no tenía estancos, ni cuerdas de vida, nada por dentro que hiciera de flotador. Inmediatamente lo enderecé y coloqué la pala en su interior (hoy en día puedo hacer reingreso en mi 430, pero en ese entonces no y menos con oleaje). Cometí el error más grosero: empujé al kayak hacia la costa para nadar en pos de él. Llevaba mis lentes de aumento puesto y sin elástico que lo sujete lo cual hacía que nadara con la cabeza fuera del agua. Y comencé a cansarme pues el viento arrastraba al kayak alejándolo de mí. Cuando llegué a él, el oleaje había aumentado y al sujetarme al kayak, comenzó a entrar agua en él. Hasta ahora no me explico qué pasó por mi mente pues traté de ingresar a él. Nuevamente se dio vuelta a mitad de maniobra y cuando salí a flote ya no tenía los lentes y la costa era un manchón más oscuro y el kayak estaba lleno de agua y apenas sobresalía. Basta decir que en un momento pensé que todo acabaría así y no me avergüenzo al decirles que había empezado a despedirme de Marina y Guillermo, mis hijos. Pero algo en mi interior se rebeló y logré tranquilizarme cuando pensé que de última abandonaba al kayak y nadaba hacia la costa. La conciencia de esa “fácil solución” me tranquilizó. Parece una tontería pero hasta ese entonces no podía hacerme a la idea de abandonar al kayak. Luego de tranquilizarme probé nuevamente de salvar al bote. Tomándolo por la proa con dos dedos  empecé a brasear de espalda hasta que luego de una eternidad toque el fondo entre los camalote que cubrían a la lengua de la laguna. Ese percance instaló los fantasmas en mi conciencia que siempre salen conmigo a remar. Luego hubieron otros dramita pero de menor peso.


Pique en la isla del medio

Entonces decidí comprarme un kayak 430 con estancos y personalizarlo. Ya había tenido dos kayak 430 -el naranja y blanco y el rojo- pero buscaba otro con compartimientos estancos. Lo compré por internet en Rosario (nautica Baum) y a partir de ese kayak nuevo, habrían de relegarse muy a lo profundo los fantasmas. Pero ellos estaban pronto a aparecer en cualquier situación de riesgo, por ejemplo ante tormentas que me tocaron sortear. Hay veces que el oleaje es tal que vuelve inestable a cualquier kayak. Sobre todo en este nuevo espejo de agua que Yaciretá nos dejó. La tensión poco a poco gana tu cuerpo y cuando llegas a la costa sentís a tus mandíbulas doloridas de tanto apretarlas. Pero todos esos percances fueron incrementando mi experiencia. Sin experiencia no hubiera participado en la 7ma regata Iguazú – Posadas. Cuando el canotaje del Capri se cerró, pasé al Club de canotaje del Ferry (el glorioso ferry Ezequiel Ramos Mejía), cuyo instructor es Santiago Furlán, excelente palista. Llevaba conmigo a mi tercer 430 propio (la foto de la izquierda en el título de esta página, me muestra en él al igual que la foto de arriba, en la isla del medio). Ese grupo estaba dedicado a las maratones y mis inclinaciones deportivas fueron apuntalándose. Recuerdo en el 2009, una “subida aguas arriba”, desde Posadas hasta Santa Ana en competencia y luego hasta San Ignacio. Total 60 Km de ida. Siempre con el apoyo del glorioso Macedonio, que a la vuelta tuvo que cargar varios kayak y piraguas de los más fiacas. Otras, hasta el puente viejo del Garupá. Todas estas competencias me fueron preparando para la séptima edición de la bajada Iguazú – Posadas.

Séptima Regata Iguazú - Posadas - aproximadamente 450 Km de río.
Minutos previo a la largada en Puerto Iguazú

Ella se realizó en septiembre del año 2009 organizada por el club Pyra Pitá, y dividida en 7 etapas. Corrí en mi kayak 430 Baum. Contaba a la fecha con 57 años y una aceptable preparación física que me permitió desarrollar una decorosa performance. Las etapas fueron: Puerto Iguazú – Libertad, Libertad – Eldorado, Eldorado – El Alcázar, El Alcázar – Puerto Rico, Puerto Rico – Leoni, Leoni – San Ignacio, San Ignacio – Posadas. Si tuviera que elegir uno, entre todos los lindos recuerdos que de ella tengo, elegiría la sensación de satisfacción, de beneplácito, de libertad que sentía cuando en tramos me encontraba solo y rodeado de esa enorme amplitud del caudaloso río y el paisaje de sus arboladas riberas. Y la satisfacción de saber que somos nosotros y la naturaleza. Creo que por momentos me invadía la calma de una lograda simbiosis al ser consciente del control que lograba sobre el desempeño de mi cuerpo. Dicho sin rodeos: me sentía satisfecho por saber que mis temores, mis fantasmas estaban dominados ya que las agitadas aguas del río despertaban en mí principalmente un gran respeto. En todo su tramo, hasta Candelaria el Paraná tiene un ancho promedio de unos 420 mts. y su profundidad promedia los 25 mts. En consecuencia para evacuar el enorme caudal debe aumentar su velocidad. Todo el lecho es pedregoso y son las enormes piedras las que dan origen a la turbulencia que jalona su recorrido y se acentúan en la cercanía del canal. La veta de agua que marca el canal muchas veces no supera los diez metros de ancho y se rodea de violentas contracorrientes que tuercen con fuerza la punta del kayak si erras la veta principal. Demás está decir que una cosa es bajar por el canal en un kayak 430 o en una piragua, y otra muy distinta es hacerlo al comando de un K1 olímpico. Vaya mi gran admiración por esos muchachos que se animaron al canal del río montados en un K1 olímpico.


Mis primeros pasos en un K1

 La séptima regata se cerró exitosamente. Luego de unos días continué paleando siempre con miras a mantenerme dentro de las condiciones físicas para afrontar una maratón. 

En el año 2010 se produciría la tragedia en el 80º cruce a nado del Paraná entre Posadas y Encarnación, en donde perdieran la vida los siguientes deportistas: Víctor Sessa, Sebastián Roseki, Fernando Solé Masés, Mauro Bacigalupi, Eugenio León Seró, Nicolás Delvequi, Manuel Leiva y Jorge Saide. El recuerdo de sus nombres es mi homenaje a sus espíritus. 


Al poco tiempo la municipalidad de Posadas reclamó el ferry Ezequiel Ramos Mejía cuya bodega usábamos como central del Club de Canotaje del Ferry, ya mencionado. Santiago se trasladó con sus botes al oeste de la ciudad quedándome muy a trasmano. En consecuencia tuve la suerte de que el Club Pyra Pitá me aceptase como socio deportivo permitiéndome guardar a mi kayak 430. Continué entonces saliendo desde sus instalaciones desde mediados del 2010. En ese entonces las ganas que había despertado en mí el K1 olímpico Vanquish 2 que se había comprado mi hijo Guillermo comenzaron a acentuarse cada vez más. Palear en él, era un imposible para mí. 

Ver a Guillermo pararse en el k1, hacía que chequeara todos mis circuitos para descubrir alguna luz que me impulsara a la aventura. 
La conciencia que mis años me entregaba, no podía hacerse a la idea de equilibrarme en él. Pasar directamente desde el 430 con 19 Kg de fondo casi plano (y muy estable dentro de los 430), a un K1 no era posible. Comencé a buscar en internet algún otro kayak un poco más ligero (con la consabida pérdida de estabilidad), pero aún sin el firme propósito de subirme al K1, sino más bien como un último kayak para quedarme paleando en él -reconozco que miraba de reojo al K1-. Compré un Eladius Kayak, modelo Aquiles. Un hermoso 430 amarillo con muy buena terminación. 
Lo eché al agua en la costa que quedaba del viejo balneario. Al subirme a él me convertía en un tembladeral continuo. Mis casi 90 kg de peso no me ayudaban mucho. La diferencia con el anterior, era que el Aquiles no tenía retorno cuando se escoraba. Cosa que no ocurría en el otro de 19 kg. que me proporcionaba un “peldaño” desde donde podía volver a la estabilidad si no me inclinaba mucho. 
El Aquiles 430

Así transcurrió el año 2011, y principios del 2012. Alternando entre el kayak de 19 kg (con mayor frecuencia) y el Aquiles, inestable. A mediados del 2011 en unas cuatro o cinco oportunidades, llevé el K1 de Guillermo, el Vanquish 2 al viejo balneario y me sentaba en él en la costa, donde mis manos podían tocar el fondo. Trataba de palear con ellas y a veces lograba avanzar un poco –unos 5 - 8 mts-, para luego retroceder. Luego se clausuró esa costa por la obra de la Costanera de Posadas y tuve que suspender mis tibios intentos en el K1. Pero el diablo metió la cola, pues a principios de año 2012, un profesor de educación física, un muchacho que anda en K1 que también había participado en la última bajada Iguazú – Posadas, Mario Silvera me dijo con vehemencia :” ¿Qué está esperando don Krieger, para subirse a un K1?” Ante mis negativas y argumentos, cerró su intervención con la frase “Usted es un pecho frío”. Aún sigo sin entender muy bien que significa, pero la seguridad de sus palabras, me hicieron sospesar seriamente la posibilidad de palear en un K1. Mario siempre corregía mi manera de palear –en el 430- y le estoy muy agradecido por esto. Siempre me apuntó el camino que me quedaba y no tiraba azúcar al camino que ya había transitado. Recuerdo una vez que Mario y Pipo iban en K1 hacia el puerto y yo con el Aquiles 430 me acople. En un momento me dijo Mario: “Mire don Krieger” y Pipo hizo una tirada de unos 150 mts. con la soltura y velocidad que únicamente una muy buena técnica, años de paleo y juventud pueden lograr. Al verlo, dije: “El día que pueda palear así en un K1, lo cuelgo de la pared y nunca más lo toco”. Me respondió Mario: “Va a ver que siempre va a querer más”. No imaginaba yo que al cabo de unos 10 meses, estaría dando razón a sus palabras. Pero primero tendría que vencer a mis fantasmas. Esa tarde comencé a planificar los pasos que debería encarar para pretender subirme a un K1 olímpico. 
En primer lugar debía fijar mi objetivo, nada pretencioso para no traumarme y luego establecer mis  pasos en pos de él. El primer objetivo fue festejar mi cumpleaños número 60 dando la vuelta a la bahía del brete -2 km- a bordo del K1 olímpico de mi hijo. Me quedaban tres meses y medio. Fijado el objetivo y los pasos, el otro factor de suma importancia es la constancia, pues es ella la que internaliza al aprendizaje psicomotriz. Si no tenemos constancia, estaríamos desaprovechando el tiempo al retomar lo que anteriormente ya había logrado. En el primer mes llevé 15 veces al Aquiles 430  al agua, con un promedio de hora y media por vez. Cuando me sentí bastante cómodo en él, incluso podía hacer reingreso con y sin bolsa de pala, pensé que estaba listo para intentar sentarme en el K1 olímpico. Lo ideal sería previamente equilibrarme en un K1 escuela. No era mi caso pues no tenía uno propio. Así que estaba listo para el K1 de mi hijo, sabiendo que saltear este peldaño significaría que al principio tumbaría de manera seguida. El primer día me senté sin tomar la pala y estuve una hora equilibrándome con las manos. Avanzaba unos metros y tumbaba repetidamente. Al comienzo no existe fórmula alguna que nos asegure el equilibrio, más que la práctica. Es por esto que tener en claro el objetivo y saber que nos espera un largo camino en pos de él, nos ayuda a no abandonar. Es notable como el cuerpo, la cintura va internalizando “aquello que debe hacer” para no tumbar. Son pequeñas micro correcciones de cintura; imperceptibles. A partir de la segunda vez, tomé la pala y empezó mi arduo camino. Cinco o seis metros y al agua. Pasaban los días y si comparaba un día con el anterior no podía diferenciar adelanto alguno. El adelanto se notaba semana a semana pues la distancia que recorría hasta tumbar se incrementaba poco a poco. Hoy me doy cuenta de que algo que podía acelerar mi progreso era (y es) tumbar repetidamente a cien o doscientos metros de la costa y volver a ella nadando con el kayak de remolque. Esto hubiera aumentado mi confianza y distendido mis músculos.  
Pese a todo, días antes de mi cumpleaños pude dar una vuelta a la bahía acompañado por mi amigo Jorge en otro bote y el día de mis 60, tal cual me había propuesto, di la vuelta completa a la bahía (2 Km) paleando en el K1 olímpico acompañado por mi hijo como apoyo psíquico desde el Aquiles 430. La mayor parte del trayecto bordeaba a veinte o treinta metros el talud artificial de piedra mora con que la empresa Yaciretá había acordonado la costa. Pisar en él al salir -en el caso de que tumbara- era seguro de cortes en los pies. Pero mi desafío era enfrentar en un tramo del recorrido, a los 350 metros de espacio que separaban una ribera de la otra. Era aquí en donde mis fantasmas comenzaban a meter ruido, era aquí en donde el acompañamiento de otra persona a bordo de otro kayak, su presencia y palabras, se hacía importante. Pude hacerlo. Mi primer objetivo estaba logrado. 
El ejercicio continuo y una comida equilibrada estabilizaron mi peso en 80 Kg. +/-. 
A partir de ese entonces establecí mi segundo objetivo: sentirme más o menos cómodo al palear en el K1 olímpico. Dicho objetivo (que me apuntara Claudio Colombo) me llevó aproximadamente nueve meses a partir de la primera vez con el K1, con un promedio de echada al agua de una vez cada 3.5 días y una hora quince minutos por vez. Puedo palear una hora y más en él. En esta etapa palear bajo tirando las paladas lejos del bote fue inevitable para mí. La técnica, garbo y eficiencia estaban lejos y dudaba en alcanzarlas. Hoy, al cabo de unas cien veces y el mismo promedio de echada al agua y duración, creo que están un poco más cercanas. Es importante en esta etapa practicar en días de viento moderado con oleaje desde diferentes ángulos. Implicará tumbos pero son de gran ayuda. El cuerpo aprende. 

Mi primer K1 olímpico hecho por Adrían Palamarchuk en Posadas

Establecí mi tercer objetivo: alcanzar una técnica aceptable. Al lograrla ganaré equilibrio y eficiencia de palada. Estimo en unos diez meses como mínimo, así que para fin de este 2013 me verán palear con un poco más de soltura y eficiencia en el K1 olímpico.  En esta etapa me centro en tiradas de 300 a 600 metros tratando de levantar los puños e ir ganando soltura, pedalear, torsionar a la cintura, etc, etc. Poco a poco iré ganando velocidad. Es notable como el cuerpo tiene su tiempo para aprender, en obedecer al dibujo del ejercicio que tenemos en la mente. Recalco que la constancia es primordial. Deseo dejar bien en claro que soy consciente de que jamás alcanzaré el nivel de “los muchachos que palean desde varios años en un K1 olímpico”. Mi hijo por ejemplo, logra pararse en su K1, al igual que algunos otros. 
 Voy a avanzar hasta donde pueda y cuando la curva creciente del deterioro que los años conllevan, empiece a ganar a la curva de mi aprendizaje, será hora de abandonar al K1 y volver al kayak Aquiles 430. Pero también llegará un día en que el Aquiles 430 me quedará grande. Para ese entonces guardo el kayak 430 de 19 Kg. con el que empecé esta aventura. 
Desde ya les adelanto que tomo todo con naturalidad. El envejecimiento es natural y no me desespera. Pero tendré la satisfacción de recordar mi aventura: haberme atrevido a un K1 olímpico a los 60 años. Sigo paleando y espero que el Pyra Pitá organice para el 2014 la 8va bajada Iguazú – Posadas. Ahí estaré con mi Aquiles 430 (tendría que nacer de nuevo para atreverme con un K1 olímpico) 


Desempeño actual en mi K1 Vanquish 3

A medida que vaya mejorando la técnica levantaré otros vídeo.
Deseo recalcar que mi propósito es animar a los sesentones (y alrededores) a practicar canotaje. No pretendo hacer de este blog un espacio de técnica pues no soy el indicado. Ocurre que en estos largos meses en que me puse a practicar con el K1 olímpico -de por sí un kayak difícil pues su nivel de estabilidad es 1, lo más inestable-  existieron momentos en que estuve por abandonar al K1 y dedicarme a aquello que me trajo de vuelta al agua: las maratones en 430, debido al enorme desgaste psicofísico que implicó -al menos para mí- transitar esas primeras etapas en el K1. Si bien ahora comencé a disfrutar un poco más del K1, soy consciente de que tengo, como dije, al menos diez meses más para intentar lograr una aceptable técnica. 
En estas primeras etapas busqué por toda la web algún espacio que me proporcionara un aliciente para mantener el esfuerzo, pero no lo encontré. Fue entonces que me propuse crear uno, para que sirva de apoyo a otros en similares situaciónes.

Agradecimientos
Agradezco a las siguientes personas por haber colaborado de una u otra manera en mi aventura: A Orlando Krieger (Polaco, mi primo), a Guillermo Krieger (mi hijo) a quien le debo las primeras indicaciones, al club Vaíruzú, a Santiago Furlán y al club de Canotaje del Ferry, a Miki Braetz (presidente de la comisión de canotaje del Club Pira Pytá), al Club Pira Pytá, a Adrián Palamarchuk quien construyó el muy buen Vanquish 3 que tengo y también supo alentarme, a Mario Silvera, de quien espero nunca se canse en corregirme, a Ninón Reguera, y a tantos palistas que con su presencia mantienen latente a la actividad del canotaje en este difícil Paraná.



El Cahíco    (
2da Entrada- Jueves 11 de Abril de 2013)

En todo el tiempo que estoy echando el K1 al agua en la Playita del Brete y utilizando la bahía para palear, fueron muchísimas las personas que -viéndome a mí (un pelo blanco)- se animaron a pedirme a que les "preste un ratito" el K1. Principalmente muchachos y chicos. Unos con cierta cautela y otros con poca, pues "si Ud. puede andar, yo también podré". Obviamente no eran la excepción a la regla: les pedía que una vez dentro del k1 al que se subían ayudado por mí, aplaudieran dos veces seguida. completaban el segundo aplauso dentro del agua.
Voy a la anécdota de este último domingo, la cual me motivó para contarles.
La playa estaba casi desierta y unos pocos turistas andaban sacando algunas fotos. En uno de mis descansos  al culminar unas vueltas a la bahía, se acercan dos niños mbiyá, de algunas de las aldeas del interior y me pidieron "la canoa" un ratito. Primero ayudé a subir al más chiquito que se sentó y de manera innata agachó su espalda quedando a unos 20 cm por sobre el borde del cockpit, con los brazos extendidos horizontalmente, esperando a que lo suelte. Cuando lo hice inmediatamente escoró el kayak y hubo de apoyarse en la arena. Tras varios intentos y lleno de asombro, me dijo, "esto es como un tronco".
Estaba interpretando al mundo con su mundo de selva, arroyos y troncos en el agua con los cuales aún jugaba. Ambos se pasaron unos buenos minutos examinando el kayak. Tomándolo de proa y popa lo presionaban repetidamente hacia abajo formando olas. El mayor me preguntó si era de madera. Puse al kayak boca abajo y dedicaron varios minutos en deslizar sus manos sobre la panza lisa del bote. No me cabía la menor duda de que estaban comparándolo con la superficie rugosa de los troncos en que jugaban.
Cabe acotar, que recuerdo muy bien a esos troncos convertidos en precarios elementos flotantes para su desplazamiento, pues cuando muchacho en unas de las vacaciones de verano en el río Uruguay, encontré en uno de sus afluentes a uno de esos troncos ahuecados cuyo fondo estaba levemente aplanado y en el que no pude permanecer sentado pues tumbaba repetidamente, por más que lo intentaba.
En el Brasil lo llaman "cahíco".


Hoy -como siempre- casi no fuí a palear, pero -como siempre- terminé yendo. Por suerte, pues incorporé una modificación cuyo resultado promete ayudarme bastante en esto de ir mejorando mi técnica y eficiencia, amén del equilibrio. 
¿De qué se trata? muy simple: corrí el asiento tres puntos hacia adelante con lo cual logré un mayor apoyo de las plantas de los pies en el incapié. El hecho es que me siento más seguro pues me permite pedalear más fuerte al aumentar el contacto de mi cuerpo con el kayak. En fin, veremos como evoluciono en los próximos días, aunque estoy bastante seguro de que me irá bien. Como sabrán mis experiencias son un rejuntado de sugerencias de todos, principalmente de Mario Silvera como ya dije, pero esta modificación en la posición del asiento se debe a Guy Seró, quien casualmente andaba paleando en la bahía, y al parecer un poco aburrido pues se detuvo unos minutos y me dijo e insistió para que corriera el asiento dos o tres puntos hacia adelante. Gracias Guy Seró.



¡Como cuesta! - 4ta Entrada-Julio de 2013