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Mi primer kayak 430 |
En el
año 2008, a partir del 4 de enero, y gracias a mi primo Orlando Krieger
(Polaco) -el más grande palista de la familia y alrededores - que era
instructor de canotaje del CAPRI (la fusión del Rowing con el club
Independiente), me subí a un kayak, un 430 de fibra de vidrio de unos 17
kg de peso, sin compartimientos estancos. Prontamente me sentí cómodo en él y
comencé a palear de manera ininterrumpida, dos y más veces por semana. Al
tiempo podía ir y venir desde el puerto hasta la desembocadura del arroyo
Zaimán en un solo paleo: 8 km total. Luego hasta Don Lorenzo; 16 km total, más
tarde hasta la boca del Garupá: 30 Km total en 2hs y 55 m. Ya estaba casi lleno
el embalse de Yacyretá y en trayectos sorteaba la copa de los árboles hundidos.
A la vuelta tomaba una vena de agua y se acortaba en unos 20 minutos el camino
de retorno.
Acotación: Medidas de los kayak
Cabe aclarar
que la denominación de kayak 430 se debe a que tienen 4 metros 30 cm de largo
(eslora). Su ancho máximo (manga) es de 60 cm.
Un K1 tiene
una eslora de 5 metros 20 cm y su manga es 40 cm. El fondo es completamente elíptico y su peso ronda los 12 +/- Kg.
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Mi segundo kayak 430 |
No voy a
descubrir la pólvora pero es mejor que vaya diciéndoles que dominar al factor
psíquico, los miedos, etc. es tan importante como dominar lo físico. No me cabe
la menor duda. Al respecto, una tarde al principios del 2008 cuando me sentía
bien en un 430, salí a palear sin ningún elemento de protección pues iba “hasta
el puente”. Resulta que fui hasta el Zaimán pues si bien el cielo estaba medio
encapotado no creía que fuera a levantarse viento. Me equivoqué. Se levantó
viento del este, con ráfagas que pronto formaron en el embalse ya existente,
olas importantes para el río. A diferencia de las olas del mar, en el río las
olas son de onda corta y te toman una tras otra, y ellas comenzaron a venir de
estribor, pues mi dirección era de sur a norte. Todo bien pues el kayak era
estable y ya hacía bien el apoyo lateral, así que solo me restaba acompasar al
tren de olas. Pero… (por los peros que se nos pueden presentar, es que siempre
debemos tener los elementos de seguridad) existía una zona a unos 200 mts. de
la lengua hundida de la laguna en donde había una formación de piedra sumergida
y paralela a la costa. Resultado, que aparecieron de la nada “olas
triangulares” de mayor altura que aquellas a las cuales venía prestando
atención y sin el mismo ritmo. Cuando planché hacia estribor, encontré el vacío
bajo mi pala y sin tiempo a nada, ya había tumbado. El kayak no tenía estancos,
ni cuerdas de vida, nada por dentro que hiciera de flotador. Inmediatamente lo
enderecé y coloqué la pala en su interior (hoy en día puedo hacer reingreso en
mi 430, pero en ese entonces no y menos con oleaje). Cometí el error más
grosero: empujé al kayak hacia la costa para nadar en pos de él. Llevaba mis
lentes de aumento puesto y sin elástico que lo sujete lo cual hacía que nadara con
la cabeza fuera del agua. Y comencé a cansarme pues el viento arrastraba al
kayak alejándolo de mí. Cuando llegué a él, el oleaje había aumentado y al
sujetarme al kayak, comenzó a entrar agua en él. Hasta ahora no me explico qué
pasó por mi mente pues traté de ingresar a él. Nuevamente se dio vuelta a mitad
de maniobra y cuando salí a flote ya no tenía los lentes y la costa era un
manchón más oscuro y el kayak estaba lleno de agua y apenas sobresalía. Basta
decir que en un momento pensé que todo acabaría así y no me avergüenzo al
decirles que había empezado a despedirme de Marina y Guillermo, mis hijos. Pero
algo en mi interior se rebeló y logré tranquilizarme cuando pensé que de última
abandonaba al kayak y nadaba hacia la costa. La conciencia de esa “fácil
solución” me tranquilizó. Parece una tontería pero hasta ese entonces no podía
hacerme a la idea de abandonar al kayak. Luego de tranquilizarme probé
nuevamente de salvar al bote. Tomándolo por la proa con dos dedos empecé a
brasear de espalda hasta que luego de una eternidad toque el fondo entre los
camalote que cubrían a la lengua de la laguna. Ese percance instaló los
fantasmas en mi conciencia que siempre salen conmigo a remar. Luego hubieron
otros dramita pero de menor peso.
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Pique en la isla del medio |
Entonces
decidí comprarme un kayak 430 con estancos y personalizarlo. Ya había tenido
dos kayak 430 -el naranja y blanco y el rojo- pero buscaba otro con
compartimientos estancos. Lo compré por internet en Rosario (nautica Baum) y a partir de
ese kayak nuevo, habrían de relegarse muy a lo profundo los fantasmas. Pero
ellos estaban pronto a aparecer en cualquier situación de riesgo, por ejemplo
ante tormentas que me tocaron sortear. Hay veces que el oleaje es tal que
vuelve inestable a cualquier kayak. Sobre todo en este nuevo espejo de agua que
Yaciretá nos dejó. La tensión poco a poco gana tu cuerpo y cuando llegas a la
costa sentís a tus mandíbulas doloridas de tanto apretarlas. Pero todos esos
percances fueron incrementando mi experiencia. Sin experiencia no hubiera
participado en la 7ma regata Iguazú – Posadas. Cuando el canotaje del Capri se
cerró, pasé al Club de canotaje del Ferry (el glorioso ferry Ezequiel Ramos
Mejía), cuyo instructor es Santiago Furlán, excelente palista. Llevaba conmigo
a mi tercer 430 propio (la foto de la izquierda en el título de esta página, me
muestra en él al igual que la foto de arriba, en la isla del medio). Ese grupo
estaba dedicado a las maratones y mis inclinaciones deportivas fueron
apuntalándose. Recuerdo en el 2009, una “subida aguas arriba”, desde Posadas
hasta Santa Ana en competencia y luego hasta San Ignacio. Total 60 Km de ida.
Siempre con el apoyo del glorioso Macedonio, que a la vuelta tuvo que cargar
varios kayak y piraguas de los más fiacas. Otras, hasta el puente viejo del
Garupá. Todas estas competencias me fueron preparando para la séptima edición
de la bajada Iguazú – Posadas.
Séptima
Regata Iguazú - Posadas - aproximadamente 450 Km de río.
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Minutos previo a la largada en Puerto Iguazú |
Ella se
realizó en septiembre del año 2009 organizada por el club Pyra Pitá, y dividida
en 7 etapas. Corrí en mi kayak 430 Baum. Contaba a la fecha con 57 años y una
aceptable preparación física que me permitió desarrollar una decorosa
performance. Las etapas fueron: Puerto Iguazú – Libertad, Libertad – Eldorado,
Eldorado – El Alcázar, El Alcázar – Puerto Rico, Puerto Rico – Leoni, Leoni –
San Ignacio, San Ignacio – Posadas. Si tuviera que elegir uno, entre todos los
lindos recuerdos que de ella tengo, elegiría la sensación de satisfacción, de
beneplácito, de libertad que sentía cuando en tramos me encontraba solo y
rodeado de esa enorme amplitud del caudaloso río y el paisaje de sus arboladas
riberas. Y la satisfacción de saber que somos nosotros y la naturaleza. Creo
que por momentos me invadía la calma de una lograda simbiosis al ser consciente
del control que lograba sobre el desempeño de mi cuerpo. Dicho sin rodeos: me
sentía satisfecho por saber que mis temores, mis fantasmas estaban dominados ya
que las agitadas aguas del río despertaban en mí principalmente un gran
respeto. En todo su tramo, hasta Candelaria el Paraná tiene un ancho promedio
de unos 420 mts. y su profundidad promedia los 25 mts. En consecuencia para
evacuar el enorme caudal debe aumentar su velocidad. Todo el lecho es pedregoso
y son las enormes piedras las que dan origen a la turbulencia que jalona su
recorrido y se acentúan en la cercanía del canal. La veta de agua que marca el
canal muchas veces no supera los diez metros de ancho y se rodea de violentas
contracorrientes que tuercen con fuerza la punta del kayak si erras la veta
principal. Demás está decir que una cosa es bajar por el canal en un kayak 430
o en una piragua, y otra muy distinta es hacerlo al comando de un K1 olímpico.
Vaya mi gran admiración por esos muchachos que se animaron al canal del río
montados en un K1 olímpico.
Mis primeros pasos en un K1
La
séptima regata se cerró exitosamente. Luego de unos días continué paleando
siempre con miras a mantenerme dentro de las condiciones físicas para afrontar
una maratón.
En el año 2010 se produciría la tragedia en el 80º cruce a nado del Paraná
entre Posadas y Encarnación, en donde perdieran la vida los siguientes
deportistas: Víctor Sessa, Sebastián Roseki, Fernando Solé Masés, Mauro
Bacigalupi, Eugenio León Seró, Nicolás Delvequi, Manuel Leiva y Jorge Saide. El
recuerdo de sus nombres es mi homenaje a sus espíritus.
Al poco tiempo la municipalidad de Posadas reclamó el ferry Ezequiel Ramos
Mejía cuya bodega usábamos como central del Club de Canotaje del Ferry, ya
mencionado. Santiago se trasladó con sus botes al oeste de la ciudad quedándome
muy a trasmano. En consecuencia tuve la suerte de que el Club Pyra Pitá me
aceptase como socio deportivo permitiéndome guardar a mi kayak 430. Continué
entonces saliendo desde sus instalaciones desde mediados del 2010. En ese
entonces las ganas que había despertado en mí el K1 olímpico Vanquish 2 que se
había comprado mi hijo Guillermo comenzaron a acentuarse cada vez más. Palear en
él, era un imposible para mí.
Ver a Guillermo pararse en el k1, hacía que chequeara todos mis circuitos para
descubrir alguna luz que me impulsara a la aventura.
La
conciencia que mis años me entregaba, no podía hacerse a la idea de
equilibrarme en él. Pasar directamente desde el 430 con 19 Kg de fondo casi
plano (y muy estable dentro de los 430), a un K1 no era posible. Comencé a
buscar en internet algún otro kayak un poco más ligero (con la consabida
pérdida de estabilidad), pero aún sin el firme propósito de subirme al K1, sino
más bien como un último kayak para quedarme paleando en él -reconozco que miraba de reojo al K1-. Compré un Eladius
Kayak, modelo Aquiles. Un hermoso 430 amarillo con muy buena terminación.
Lo eché al
agua en la costa que quedaba del viejo balneario. Al subirme a él me convertía
en un tembladeral continuo. Mis casi 90 kg de peso no me ayudaban mucho. La
diferencia con el anterior, era que el Aquiles no tenía retorno cuando se escoraba.
Cosa que no ocurría en el otro de 19 kg. que me proporcionaba un “peldaño”
desde donde podía volver a la estabilidad si no me inclinaba mucho.
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El Aquiles 430 |
Así
transcurrió el año 2011, y principios del 2012. Alternando entre el kayak de 19
kg (con mayor frecuencia) y el Aquiles, inestable. A mediados del 2011 en unas
cuatro o cinco oportunidades, llevé el K1 de Guillermo, el Vanquish 2 al viejo
balneario y me sentaba en él en la costa, donde mis manos podían tocar el
fondo. Trataba de palear con ellas y a veces lograba avanzar un poco –unos 5 -
8 mts-, para luego retroceder. Luego se clausuró esa costa por la obra de la
Costanera de Posadas y tuve que suspender mis tibios intentos en el K1. Pero el
diablo metió la cola, pues a principios de año 2012, un profesor de educación
física, un muchacho que anda en K1 que también había participado en la última
bajada Iguazú – Posadas, Mario Silvera me dijo con vehemencia :” ¿Qué está
esperando don Krieger, para subirse a un K1?” Ante mis negativas y argumentos,
cerró su intervención con la frase “Usted es un pecho frío”. Aún sigo sin
entender muy bien que significa, pero la seguridad de sus palabras, me hicieron
sospesar seriamente la posibilidad de palear en un K1. Mario siempre corregía
mi manera de palear –en el 430- y le estoy muy agradecido por esto. Siempre me
apuntó el camino que me quedaba y no tiraba azúcar al camino que ya había
transitado. Recuerdo una vez que Mario y Pipo iban en K1 hacia el puerto y yo
con el Aquiles 430 me acople. En un momento me dijo Mario: “Mire don Krieger” y
Pipo hizo una tirada de unos 150 mts. con la soltura y velocidad que únicamente
una muy buena técnica, años de paleo y juventud pueden lograr. Al verlo, dije:
“El día que pueda palear así en un K1, lo cuelgo de la pared y nunca más lo
toco”. Me respondió Mario: “Va a ver que siempre va a querer más”. No imaginaba
yo que al cabo de unos 10 meses, estaría dando razón a sus palabras. Pero
primero tendría que vencer a mis fantasmas. Esa tarde comencé a planificar los
pasos que debería encarar para pretender subirme a un K1 olímpico.
En primer
lugar debía fijar mi objetivo, nada pretencioso para no traumarme y
luego establecer mis pasos en pos de él. El primer objetivo fue
festejar mi cumpleaños número 60 dando la vuelta a la bahía del brete -2 km- a
bordo del K1 olímpico de mi hijo. Me quedaban tres meses y medio. Fijado
el objetivo y los pasos, el otro factor de suma importancia es la constancia,
pues es ella la que internaliza al aprendizaje psicomotriz. Si no tenemos
constancia, estaríamos desaprovechando el tiempo al retomar lo que
anteriormente ya había logrado. En el primer mes llevé 15 veces al Aquiles 430
al agua, con un promedio de hora y media por vez. Cuando me sentí
bastante cómodo en él, incluso podía hacer reingreso con y sin bolsa de pala,
pensé que estaba listo para intentar sentarme en el K1 olímpico. Lo ideal sería
previamente equilibrarme en un K1 escuela. No era mi caso pues no tenía uno
propio. Así que estaba listo para el K1 de mi hijo, sabiendo que saltear este
peldaño significaría que al principio tumbaría de manera seguida. El primer día
me senté sin tomar la pala y estuve una hora equilibrándome con las manos. Avanzaba
unos metros y tumbaba repetidamente. Al comienzo no existe fórmula alguna
que nos asegure el equilibrio, más que la práctica. Es por esto que tener
en claro el objetivo y saber que nos espera un largo camino en pos de él, nos
ayuda a no abandonar. Es notable como el cuerpo, la cintura va internalizando
“aquello que debe hacer” para no tumbar. Son pequeñas micro correcciones de
cintura; imperceptibles. A partir de la segunda vez, tomé la pala y empezó mi
arduo camino. Cinco o seis metros y al agua. Pasaban los días y si comparaba un
día con el anterior no podía diferenciar adelanto alguno. El adelanto se notaba
semana a semana pues la distancia que recorría hasta tumbar se incrementaba
poco a poco. Hoy me doy cuenta de que algo que podía acelerar mi progreso era
(y es) tumbar repetidamente a cien o doscientos metros de la costa y volver a
ella nadando con el kayak de remolque. Esto hubiera aumentado mi confianza y
distendido mis músculos.
Pese a todo,
días antes de mi cumpleaños pude dar una vuelta a la bahía acompañado por mi
amigo Jorge en otro bote y el día de mis 60, tal cual me había propuesto, di la
vuelta completa a la bahía (2 Km) paleando en el K1 olímpico acompañado por mi
hijo como apoyo psíquico desde el Aquiles 430. La mayor parte del trayecto
bordeaba a veinte o treinta metros el talud artificial de piedra mora con que
la empresa Yaciretá había acordonado la costa. Pisar en él al salir -en el caso
de que tumbara- era seguro de cortes en los pies. Pero mi desafío era enfrentar
en un tramo del recorrido, a los 350 metros de espacio que separaban una ribera
de la otra. Era aquí en donde mis fantasmas comenzaban a meter ruido, era aquí
en donde el acompañamiento de otra persona a bordo de otro kayak, su presencia
y palabras, se hacía importante. Pude hacerlo. Mi primer objetivo estaba
logrado.
El ejercicio
continuo y una comida equilibrada estabilizaron mi peso en 80 Kg. +/-.
A partir de
ese entonces establecí mi segundo objetivo: sentirme más o menos cómodo al
palear en el K1 olímpico. Dicho objetivo (que me apuntara Claudio Colombo) me
llevó aproximadamente nueve meses a partir de la primera vez con el K1, con un
promedio de echada al agua de una vez cada 3.5 días y una hora quince minutos
por vez. Puedo palear una hora y más en él. En esta etapa palear bajo tirando
las paladas lejos del bote fue inevitable para mí. La técnica, garbo y
eficiencia estaban lejos y dudaba en alcanzarlas. Hoy, al cabo de unas cien
veces y el mismo promedio de echada al agua y duración, creo que están un poco
más cercanas. Es importante en esta etapa practicar en días de viento moderado
con oleaje desde diferentes ángulos. Implicará tumbos pero son de gran ayuda.
El cuerpo aprende.
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Mi primer K1 olímpico hecho por Adrían Palamarchuk en Posadas |
Establecí
mi tercer objetivo: alcanzar una técnica aceptable. Al lograrla ganaré
equilibrio y eficiencia de palada. Estimo en unos diez meses como mínimo, así
que para fin de este 2013 me verán palear con un poco más de soltura y
eficiencia en el K1 olímpico. En esta etapa me centro en tiradas de 300 a
600 metros tratando de levantar los puños e ir ganando soltura, pedalear,
torsionar a la cintura, etc, etc. Poco a poco iré ganando velocidad. Es notable
como el cuerpo tiene su tiempo para aprender, en obedecer al dibujo del
ejercicio que tenemos en la mente. Recalco que la constancia es primordial.
Deseo dejar bien en claro que soy consciente de que jamás alcanzaré el nivel de
“los muchachos que palean desde varios años en un K1 olímpico”. Mi hijo por
ejemplo, logra pararse en su K1, al igual que algunos otros.
Voy a
avanzar hasta donde pueda y cuando la curva creciente del deterioro que los
años conllevan, empiece a ganar a la curva de mi aprendizaje, será hora de
abandonar al K1 y volver al kayak Aquiles 430. Pero también llegará un día en
que el Aquiles 430 me quedará grande. Para ese entonces guardo el kayak 430 de
19 Kg. con el que empecé esta aventura.
Desde ya les
adelanto que tomo todo con naturalidad. El envejecimiento es natural y no me
desespera. Pero tendré la satisfacción de recordar mi aventura: haberme
atrevido a un K1 olímpico a los 60 años. Sigo paleando y espero que el Pyra
Pitá organice para el 2014 la 8va bajada Iguazú – Posadas. Ahí estaré con mi
Aquiles 430 (tendría que nacer de nuevo para atreverme con un K1
olímpico)
Desempeño actual en mi K1 Vanquish 3
A medida que
vaya mejorando la técnica levantaré otros vídeo.
Deseo
recalcar que mi propósito es animar a los sesentones (y alrededores) a
practicar canotaje. No pretendo hacer de este blog un espacio de técnica pues
no soy el indicado. Ocurre que en estos largos meses en que me puse a practicar
con el K1 olímpico -de por sí un kayak difícil pues su nivel de estabilidad es
1, lo más inestable- existieron momentos en que estuve por abandonar al
K1 y dedicarme a aquello que me trajo de vuelta al agua: las maratones en 430,
debido al enorme desgaste psicofísico que implicó -al menos para mí- transitar
esas primeras etapas en el K1. Si bien ahora comencé a disfrutar un poco más del K1, soy
consciente de que tengo, como dije, al menos diez meses más para intentar
lograr una aceptable técnica.
En estas
primeras etapas busqué por toda la web algún espacio que me proporcionara un
aliciente para mantener el esfuerzo, pero no lo encontré. Fue entonces que me
propuse crear uno, para que sirva de apoyo a otros en similares situaciónes.
Agradecimientos
Agradezco a las siguientes personas por haber
colaborado de una u otra manera en mi aventura: A Orlando Krieger (Polaco, mi
primo), a Guillermo Krieger (mi hijo) a quien le debo las primeras
indicaciones, al club Vaíruzú, a Santiago Furlán y al club de Canotaje del
Ferry, a Miki Braetz (presidente de la comisión de canotaje del Club Pira
Pytá), al Club Pira Pytá, a Adrián Palamarchuk quien construyó el muy buen
Vanquish 3 que tengo y también supo alentarme, a Mario Silvera, de quien espero
nunca se canse en corregirme, a Ninón Reguera, y a tantos palistas que con su presencia mantienen latente a la actividad del canotaje en este difícil Paraná.
El Cahíco (2da Entrada- Jueves 11 de Abril de 2013)
En todo el tiempo que estoy
echando el K1 al agua en la Playita del Brete y utilizando la bahía para
palear, fueron muchísimas las personas que -viéndome a mí (un pelo blanco)- se
animaron a pedirme a que les "preste un ratito" el K1. Principalmente muchachos y
chicos. Unos con cierta cautela y otros con poca, pues "si Ud. puede
andar, yo también podré". Obviamente no eran la excepción a la regla: les
pedía que una vez dentro del k1 al que se subían ayudado por mí, aplaudieran
dos veces seguida. completaban el segundo aplauso dentro del agua.
Voy a la anécdota de este último
domingo, la cual me motivó para contarles.
La playa estaba casi desierta y
unos pocos turistas andaban sacando algunas fotos. En uno de mis descansos al culminar unas vueltas a la bahía, se acercan dos niños mbiyá, de
algunas de las aldeas del interior y me pidieron "la canoa" un
ratito. Primero ayudé a subir al más chiquito que se sentó y de manera innata
agachó su espalda quedando a unos 20 cm por sobre el borde del cockpit, con los
brazos extendidos horizontalmente, esperando a que lo suelte. Cuando lo hice
inmediatamente escoró el kayak y hubo de apoyarse en la arena. Tras varios
intentos y lleno de asombro, me dijo, "esto es como un tronco".
Estaba interpretando al mundo con
su mundo de selva, arroyos y troncos en el agua con los cuales aún jugaba.
Ambos se pasaron unos buenos minutos examinando el kayak. Tomándolo de proa y
popa lo presionaban repetidamente hacia abajo formando olas. El mayor me
preguntó si era de madera. Puse al kayak boca abajo y dedicaron varios minutos
en deslizar sus manos sobre la panza lisa del bote. No me cabía la menor duda
de que estaban comparándolo con la superficie rugosa de los troncos en que
jugaban.
Cabe acotar, que recuerdo muy
bien a esos troncos convertidos en precarios elementos flotantes para su
desplazamiento, pues cuando muchacho en unas de las vacaciones de verano en el
río Uruguay, encontré en uno de sus afluentes a uno de esos troncos ahuecados
cuyo fondo estaba levemente aplanado y en el que no pude permanecer sentado
pues tumbaba repetidamente, por más que lo intentaba.
En el Brasil lo llaman "cahíco".
Hoy -como siempre- casi no fuí a palear, pero -como siempre- terminé yendo. Por suerte, pues incorporé una modificación cuyo resultado promete ayudarme bastante en esto de ir mejorando mi técnica y eficiencia, amén del equilibrio.
¿De qué se trata? muy simple: corrí el asiento tres puntos hacia adelante con lo cual logré un mayor apoyo de las plantas de los pies en el incapié. El hecho es que me siento más seguro pues me permite pedalear más fuerte al aumentar el contacto de mi cuerpo con el kayak. En fin, veremos como evoluciono en los próximos días, aunque estoy bastante seguro de que me irá bien.
Como sabrán mis experiencias son un rejuntado de sugerencias de todos, principalmente de Mario Silvera como ya dije, pero esta modificación en la posición del asiento se debe a Guy Seró, quien casualmente andaba paleando en la bahía, y al parecer un poco aburrido pues se detuvo unos minutos y me dijo e insistió para que corriera el asiento dos o tres puntos hacia adelante. Gracias Guy Seró.